Han pasado varios años desde el inicio del despliegue del 5G, la quinta generación de tecnología móvil que prometía revolucionar nuestra forma de conectarnos. Sin embargo, para una gran parte de los usuarios, la experiencia ha sido decepcionante y la adopción más lenta de lo esperado.

Las barreras para una adopción masiva

Varios factores explican por qué el 5G todavía no ha convencido al gran público:

  1. Falta de beneficios perceptibles: Para el uso diario, la velocidad del 5G no siempre supone una mejora drástica frente a una buena conexión 4G. Los problemas de congestión en grandes aglomeraciones, como conciertos o eventos deportivos, siguen ocurriendo.
  2. Cobertura incompleta: Aunque las operadoras anuncian una amplia cobertura, el 5G de alta velocidad sigue estando concentrado en grandes núcleos urbanos. En muchas otras zonas, la experiencia es similar o incluso inferior a la del 4G.
  3. Costo y necesidad de nuevos dispositivos: Para disfrutar del 5G es necesario tener un smartphone compatible, y aunque cada vez son más comunes, el coste inicial es una barrera para muchos.

¿Un futuro para la industria, no para el usuario?

Aunque la experiencia para el consumidor medio sea agridulce, el verdadero potencial del 5G parece estar en el sector industrial y empresarial. Su bajísima latencia y su capacidad para conectar miles de dispositivos simultáneamente son clave para los vehículos autónomos.

Para el usuario de a pie, el 5G parece ser, por ahora, una evolución necesaria para evitar el colapso de las redes 4G ante la creciente demanda de datos, más que la revolución instantánea que se había prometido.